¡No tiren bombas!, grita el orador, un inefable diputado del Partido Nacional allá por los años 90. La pieza oratoria no tiene desperdicio. El político, famoso por tomar vino en taza de té en las sesiones de la cámara y otras linduras, no deja pasar ninguna oportunidad de decir disparates.
Personalmente, me hace acordar a cuando acompañaba a mi padre en las campañas políticas allá por fines de los 60. Y ahora, cuando Jorge me lo pasó, no podía parar de reirme. Parece un cuento de Landriscina pero es verdad. Para ser sinceros, no es el único ejemplar ni creo que esté en peligro de extinción, dado como vienen las cosas en el país. Con el atenuante que "Alma" me hace llorar de risa y los actuales herederos de este estilo me hacen llorar de lástima. Empezando por Pepe, claro está, su máximo exponente en ordinariez.
Además es una buena ocasión para reivindicarme con los lectores, luego de tantos días sin escribir.
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