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Vino Martín a pasar dos o tres días en Montevideo. Algunos trámites, festejar su cumpleaños, ver a los de Argelia. Pero nada más llegar, su madre, mi esposa, le vio un granito. Le faltó tiempo para encontrar una pinza y alcohol.
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Personalmente siento que aquello de mal de muchos consuelo de tontos, debería ser citado como "consuelo de pobres varones de Millán 3114". La cara de resignación de Martín parece decir: ¿Por qué no me quedé en Buenos Aires?.
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Es que estos ataques de estética los hemos sufrido todos. Yo el que más, debo decirlo, porque fui la primera víctima, como es lógico. Y realmente no puedo esgrimir causa de nulidad del vínculo, porque ya de novios me perseguía.
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Resistiremos! Y además formaremos una Comisión de Defensa y Protección de los que Tienen Granitos. Con Personería Jurídica y representación en la Comisión de DD.HH.
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