Las "Cartas del diablo a su sobrino" deberían tener periódicas actualizaciones. El cretino de Escrutopo se entretenía poniéndome basuritas en el carburador del Renault Dauphine, cuando salía a mi recorrida de practicante de medicina. Lo hacía siempre de noche, preferentemente en días de lluvia y por lo general cerca de Aparicio Saravia y San Martín. Si conseguía ayudantes, quemaba las pocas lamparitas de alumbrado público que quedaran encendidas. ¡Y siempre conseguía!
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Pero más adelante descubrí que la mecánica no era su verdadera vocación. Escru, en realidad, siempre quiso tener una empresa de audio. Lo quiso y lo quiere y por eso anda metido entre cables y micrófonos, con encendido deleite de su parte y ardiente regocijo de sus sobrinos.
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Con abrasador abrazo, festejan cada vez que interfieren nuestras comunicaciones telefónicas familiares, enlentecen la velocidad de la conexión hasta que los frenos quedan al rojo y les encanta mezclarse con todo tipo de virus incandescentes.
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Parecería que lleva ganada esta batalla. Lo que ignora es que se está inventando agua bendita que no moja. Cuando esté a punto, bastará un pulverizador y lo mantendremos a distancia.
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