miércoles, 3 de octubre de 2007

Cucharita

Hoy no nos interesa tanto Amélie , como la cucharita que nos muestra. La historia viene de lejos. Más precisamente de hace alrededor de 25 años. Y desde Salto. En aquellos años de juventud -recordad que el zorro pierde el pelo pero no las mañas- fuimos con nuestros amigos Isabel y Rodolfo Peverelli a dar un curso de Orientación Familiar. Estando en la casa de los organizadores, nos convidaron con un helado. En eso llegó uno de los hijos entonces pequeños, y reclamó el suyo. Como no le dieron cucharita, Elaisa, con su experiencia de madre que no se ahoga en un vaso de agua, lamió -del verbo lamer con la lengua tipo perro- la suya y se la dio al niño. Este tomó un color verdoso llamativo, se llevó la mano a la boca y salió disparado hacia el baño. Pasaron los años, y hace unos días, Elaisa fue a un estudio por unos trámites. Cuando vio al ejecutivo que la atendía al otro lado del escritorio, se tapó la boca con una mezcla de asombro, risa y vergüenza y le dijo: "No te preocupes, cuando terminemos te explico". El hombre, algo sorprendido siguió con su trabajo. Terminado el asunto pidió que le explicara.
No bien comenzó a explicarle que "...hace muchos años fui con mi marido a dar unos cursos de O.F. a Salto", el joven con un alarido de asombro -y agrego yo de temor, seguramente- dijo: "¡Sos la de la cucharita!"
A través de los años la anécdota había quedado grabada tanto en Salto como en Montevideo. Ahora, gracias a internet, también circulará por el globo. No sabemos si el chico tuvo que recibir tratamiento psiquiátrico. Es muy probable. Por suerte, ahora parece normal.

PS: en el vínculo Elaisa, se la ve con su "hijito preferido".

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