Bueno, ya ven por los bigotes y la sonrisa, que Llorenç disfrutó de su papilla de verduras y pollo.
Y entonces quedó transformado en un enorme Goliat para terror de los monjes del Císter que sólo atinaban a decir "lo que Ud. mande, Sr. Gigante". Y además para que ciertas niñitas que prefiero no nombrar, no se aprovechen de su caballerosidad y le roben el chupete.
Y al final del día tengo sueño mami, estuvo agotadora mi jornada.
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