La casa del lago, seguramente traerá muchos recuerdos a nuestros lectores dele 2a. gen. siuver. Porque la tercera era muy chica, la cuarta no existía y la quinta ni que hablar. En el momento de tomar la foto, había allí un restaurante.
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Para los de la segunda y tercera hora, recuerdos de tartas de uva, de juegos en el parque, de la casa de muñecas, de la oca que tan bien imita mamá, de la estufa en invierno, de la playa en verano, del teléfono a manivela y con operadora, del Renault Frégate en el garage y de tantos buenos momentos.
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Personalmente recuerdo que de novios, me mandaban a dormir a un cuarto en el ático. Seguramente por aquella sabia máxima de que los novios no entran a los dormitorios. Juntos, se entiende, que solo me dejaban dormir tranquilo. Y ni de día, ni de noche, ni de mañana o de tarde.
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Ahora suena a chino -no en casa, gracias a Dios- y así les va.
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