Este señor, con cara de enojado porque le están tirando de la barba -con total falta de buenas maneras- es don Obed, pariente de N.S.Jesucristo, según se leyó ayer en el Evangelio de la Misa. Lo pintó Don Michelangelo, el de los Buonarroti, en el techo de la Capilla Sixtina. La cara de enojado puede ser también porque el artista -famoso por su mal carácter- podía estar entumecido de pintar acostado en un andamio, con los Emmos. Cardinales que entrarían a vichujear y a decirle que se apurara o no le pagaban una lira.
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Pero viene a cuento, porque el dueño de los pies de un par de posts más abajo (pincharacá), entre todas las descabelladas aventuras que en su corta vida tuvo, se le ocurrió, siendo un liceal de corta edad, uñas encarnadas y dudoso prontuario en la bedelía de Monte VI, ir a aprender guitarra con un tal Obed, que vivía a pocas cuadras de casa de Millán.
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Con ese nombrecillo, resultó que el profesor era hijo de un pastor de una de las iglesias protestantes que pululan en nuestra ciudad. Al poco tiempo ya le estaban ofreciendo para predicar o poco más o menos. Al niño algo de formación le había entrado en el seso, lo cual comparativamente con el ganado del vecindario le daba una categoría casi episcopal. Sin embargo, a él, lo que más le atraía era el aspecto empresarial del negocio.
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Todo terminó bien, gracias a Dios, y sólo queda un recuerdo más, divertido como todos, de nuestro embajador en Minesotta.
1 comentario:
Hace poco conté eso en mi casa, y me miraron raro: pero con los cuentos de Chorches, ya estamos todos acostumbrados.
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