jueves, 10 de diciembre de 2009

Tintinólogos

En la tribu somos muchos los Tintinólogos. De varias generaciones y que disfrutamos de sus aventuras en diversos idiomas pero sobre todo en el original. Recuerdo una vez que encontré en internet un tintinólogo que había recopilado todos los insultos del capitán Haddock (ametrallador con babero, antropopiteco, aprendiz de dictador a la nuez de coco, bachi-buzuk de los Cárpatos, cretino de los Balcanes, y tantos otros).
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Ahora, si no fuera porque es verdad, sería para reirse la noticia que aparec hoy en el ABC y que les transcribo:
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El famoso reportero belga Tintín ha estado en medio mundo, en el Congo, en la Unión Soviética, en América del norte o del sur, incluso en la Luna. Hasta 2001 los chinos no lo sabían. Desde entonces circulan, junto a unas ediciones oficiales cortadas a la medida del régimen de Pekin, las piratas, casi siempre en blanco y negro, copiadas con mala calidad y traducidas a la buena de Dios.
Wan Bindong, profesor de francés en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Pekín, ha recibido el encargo de la editorial Casterman para hacer una traducción oficial e íntegra de la archifamosa saga de cómics. El principal cambio es que Tintín podrá ir al Tíbet, también en China.
En 2001, el Gobierno belga arregló los detalles de la primera traducción y el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Louis Michel, no tuvo inconveniente en aceptar que el álbum en el que el reportero visita el país del Dalai Lama fuera titulado «Tintín en el Tíbet chino».
A pesar de que en la historia creada por Hergé no hay ninguna referencia al estatuto jurídico de este territorio, el régimen de Pekín no acepta ni siquiera las bromas cuando se trata de dejar claro que allí no hay más que una autoridad.
Aquella edición desapareció en el inmenso mercado chino, pero la viuda del autor puso en el grito en el cielo y prohibió que se modificase el título del álbum, así que éste desapareció del catálogo.
Todos los álbumes de Tintín tienen en alguna parte el título o la portada de los 23 que forman parte de la colección. Todos, excepto las ediciones en chino, en las que no aparecen ni el viaje al Tíbet, a pesar de que la historia versa sobre el rescate del único personaje real de todos los que aparecen en la saga y que se trata de un joven chino llamado Chang, y «Tintín en el País de los Soviets», pues es una crítica despiadada a la dictadura estalinista, de la que China se proclamó heredera directa al menos hasta la época de la revolución cultural. Sin embargo, la aventura que tiene lugar en China, «El Loto Azul», precisamente durante la ocupación japonesa contra la que Hergé carga también las tintas, es el álbum más vendido en aquel país.
Así que los chinos no sólo podrán ir al Tíbet con Tintín, sino que podrán gozar de una traducción adecuada. Hay casos en los que no se explica por qué el traductor ha añadido detalles de su propia fantasía o se ha inventado diálogos. En «Los cigarros del Faraón», en «El Loto Azul» o en «Tintin en el Tibet», los «tintinólogos» chinos encontrarán multitud de frases que no aparecen por ninguna parte pero que delatan el espíritu de censura que ha habido tras estas primeras incursiones en este mercado gigantesco, que completa la vocación universal de este viejo icono de la cultura belga y europea.
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