martes, 3 de noviembre de 2009

doce

En las tertulias se oyeron los más diversos comentarios. También se difundieron opiniones, pronósticos y vaticinios por sms y vía e-mail. Se hablaba del tema en diversos rincones de la tierra. En inglés, en italiano, en catalán... Algunos propusieron organizar una banca de apuestas.
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Había consenso en que la situación era de riesgo. Sobretodo para la reputación, trabajosamente ganada, de los hijos/alumnos. Se veían obligados a esconderse en los pasillos de la universidad, temerosos y señalados por el dedo acusador de sus colegas: "Ese es uno de sus hijos, ¡tengan cuidado!".
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Es que la Sra. no perdió sus costumbres maternales y rezongaba severamente a sus colegas/alumnos si los veía dormirse, copiar, distraerse, mirar torvamente al profesor o meterse el dedo en la nariz. Incluso se comenta que dio algún cuadernazo que otro ante la sonrisita cómplice del docente, agradecido del auxilio. Por suerte parece que no les lavó el hocico con una ballerina(*). Hubiera sido nefasto y el daño irreversible.
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Total, que todo era porque se venía el escrito final. Prueba de fuego en la re-estrenada vida universitaria. Pero para taparnos la boca, sacó un 12 grande como el de la foto. Y entonces, se subió al avión y se fue a festejar con Lorenzo, dejándonos a todos mirando el techo.
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(*) Trapo de cocina de triste memoria en el folklore siuver. Su uso se asocia a minutos antes de la salida hacia el colegio, para limpiar bigotes de vascolet o lo que hiciera falta, con agua fría y detergente en abundancia.

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