lunes, 1 de junio de 2009

grappamiel


Sábado a la mañana. Como desde hace 25 años, al campo de deportes. Algún día me darán una condecoración. Un campeonato de rugby en Carrasco y ya se sabe: ¡sólo se suspende cuando la pelota flote!. Día de invierno, frío, nublado y con llovizna. Dejo a Alvaro en la cancha y me voy a controlar la casa del Pinar. .

Nada más llegar, suena el celular: van unas chicas a trabajar y estudiar por el día. Prendo la estufa a leña y llegan. Cuando las dejo, me da una especie de no-sé-qué-que-qué-se-yo. Y me voy a La Cabaña (el super) a comprarles una botella de grappamiel. Se las entrego por "indicación médica" y me voy.
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No me hace falta que me cuenten el resto. Seguro que la temperarura les empezó a parecer agradable. Tendrían ganas de cantar. Es más, hasta parecía que iba a salir el sol. Y la casa, como si se tratara de abrir el ropero de Narnia, empezó de a poco a transformarse en un verdadero palazzo.
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Me alegro chicas. Hasta la famosa gripe del chancho se asustó. Y por un rato me sentí Aslan.

1 comentario:

AleMamá dijo...

Yo también quiero probarla