miércoles, 1 de octubre de 2008

Cajón

Es un cajón. De madera fuerte. Con herrajes toscos pero igualmente resistentes. Que forma parte de “la petite histoire” de la familia. Es decir la historia que se hace con cosas pequeñas. Lo hizo mi bisabuelo, el abuelo de mi papá, el que vino del Finisterre. Allí guardaba sus herramientas de carpintero. Hombre de mar, como todos los de su tierra, se zambullía en el dique de la Armada y acompañado de su perro labrador, cruzaba a nado hasta la escollera Sarandí. Le conocí ya viejo, pero le recuerdo muy bien, con su marcado acento español. Pienso que al pasar por el Cubo del Sur de la antigua muralla, por la brecha a través de la cual se quisieron colar los ingleses al principio del XIX, le dirigiría al Templo Inglés allí ubicado, una sonrisa burlona.
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Luego, el cajón de marras, pasó a la casa de mis padres. Parecía hecho a la medida del piso de un armario y siguió guardando herramientas. De allí a la casa de Millán, a manos de los bisnietos y tataranietos de su fabricante. Comenzó entonces su momento de esplendor. Dejó de estar arrinconado en un pasillo y lleno con la ropa de campaña, libros, linterna, libros, catre plegable, libros, menaje, libros, algunas tabletas de chocolate y más y más libros, me acompañó por los campos militares en 20 años de maniobras y ejercicios. Ya bajo la tienda de campaña, se transformaba en útil mesa para la linterna, el termo y mate, la lectura y todo lo que tuviera que estar a mano. Y por qué no, también como asiento o mesa de truco. Se le veía como un cajón con galones de Coronel.
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Cuando pasé a retiro, lo degradé a soldado raso y de nuevo volvió a un pasillo. Se entiende perfectamente que en casos similares nació la expresión “embêté comme une croûte de pain derrière une malle”.
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Entonces llegó El Pinar y de nuevo sus servicios invalorables tomaron prestigio y relumbrón. Ahora como custodio de la colección de Tintin, Asterix y Las aventuras del pequeño Nicolás. Se le nota un aire intelectual, políglota, hasta un poco elitista. Incluso está lustrado porque así conviene para su nueva ubicación en el living.
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¡Pero no te entusiasmes querido cajón! De vuelta en Pocitos, te vaciaré de libros y llenaré con mis preciadas herramientas. Y seguirás sirviendo a más generaciones de esta familia. Donde te pongan.
Porque solo eres un cajón.

2 comentarios:

Benita Pérez-Pardo dijo...

Indudablemnte se merecía un post ilustrado con una foto!

j.a.varela dijo...

Gracias Benita. Veré de hacerle un vídeo entonces!

juan