¡Vuelve!

Después de una semana en La Cantera, ¡finalmente decidió volver! La estábamos esperando ardientemente. Es que no sabemos que hacer sin ella. Bueno, no es que no sepamos. Pero el orden, el horario, el silencio, la desaparición absoluta de los imprevistos, el reclamo de los shoppings, se vuelven monótonos y hasta casi fastidiosos. Casi.

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¡Oh la femme! ¿Qué haríamos sin ella? Sobre todo ahora, que sólo faltan 48 hs para nuestro 30 aniversario de casados, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. (Me viene a la memoria el famoso Legionario Vayacruz, de Asterix, con todo respeto)

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A título de ejemplo de la dura vida que me ha tocado en suerte, recuerdo que durante nuestras visitas a Roma a propósito de las asambleas del C.P.F., había convencido a mi amigo Carlos -que actualmente viste de negro "una funda de paraguas"- para que le guiara por los mercadillos de la Ciudad Eterna. Y esperábamos afuera pacientemente, mi amigo como experto traductor de urgencias y con una veta negociante admirable.

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¿Les conté que una vez le preguntó a un Cardenal -Eminencia, s'il vous plaît!!- dónde estaba la mejor feria de ropa de Roma? Ma Signora, ¿chi non conosce Porta Portese?. Triste destino el mío, casi caigo debajo de un tranvía, me rompí un pantalón nuevo y pasé el resto de la estadía con un bastón que me consiguió mi amigo Carlos, creo que con un cierto alivio de ver a la distancia la realidad de la vida conyugal. Agrego que en el "albergo" en el que vivíamos, había una monja que se autodenominaba milagrosa en curar esguinces y dolencias parecidas. Nunca más me recuperé psíquicamente del todo del dolor de sus manipulaciones y menos todavía orgánicamente, ya que mi tobillo quedó baldado de por vida.

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¡Ay Dios, cuánto sufrimos los hombres!