Un par de botas de agua Pampero. No tendrían mayor interés si no fuera por su historia. Las compramos en Gualeguaychú en un viaje que hicimos a Buenos Aires con Ignacio recién nacido (1982). Estrenábamos también el Toyota Starlet. Un viaje en el que visitamos a nuestros queridísimos Carmenchu y Horacio Klappenbach, todavía en el apartamento de la calle Callao. Recuerdo que Carmenchu nos sirvió como primer plato alcauciles (alcachofas), por lo que le guardo un pequeño rencor -que no debe ser tan pequeño ya que dura tanto como las botas-.
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Volviendo a éstas, eran una necesidad para las "maniobras" militares. El frío y el agua se soportan mejor con las medias secas. Además, por aquellos años, el cambio nos era muy favorable con los argentinos -como sucede periódicamente- por lo que valía la pena comprarlas en la otra orilla. Su utilidad no fue sólo castrense. Para ir al campo, para lavar el auto, para hacer el jardín...
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Están muy enteras salvo por una pequeña cicatriz en una de las suelas. Se debió el infortunio a una brasa de un fogón militar, en una noche de invierno. Prueba de que faltaron centímetros para meterme dentro del fuego.
3 comentarios:
le das color viejo...!!!!
Esa quemadura se la hice yo en un campamento...
sds
carlos
efestivamente!! si las habremos usado también nosotros en algún campamento!!
y bueno, las cosas buenas perduran, asi es casi siempre...
niños, sois unos "in-respetuosos"
p.
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