En la entrada anterior hablábamos de los "phares jaunes" , que le anunciaban a Julio que estaba de regreso en Francia. Para los de mi edad un sinónimo de coche francés. Aunque fuera hecho en la Argentina, como el R11 similar al que aparece en la foto y que fue primero de Ale y luego nuestro. Tenía un escudito de Ranelagh, recuerdo de cuando los Julos anduvieron por esas tierras, que me permite identificarlo cuando todavía lo veo por las calles.
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La silueta estupenda del DS con sus phares jaunes encendidos y la tour Eiffel de fondo, me recuerda a uno igual que tenía el Director de l´Alliance -M. Chevallot-cuando éramos chicos, allá por los 60. Era como ver algo de otro planeta, elegante, silencioso, aerodinámico, que se elevaba del suelo al arrancar (nada sabía yo en ese entonces de la suspensión hidroneumática).
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El 11L era todavía un auto frecuente de ver por las calles de Montevideo en mis años escolares. Aún hoy, es posible ver algunos.
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Sin embargo, esta entrada no tiene por objeto hacer un pequeño repaso de los faros amarillos. Responde a una herida profunda, que afectó mi orgullo y hasta podría decir que me ha hecho salir más canas, si eso fuera posible.
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Es que Alvaro se quedó de lo más asombrado cuando le hablé de los faros amarillos: "¿Qué es eso? ¿De que me hablás? ¿Cómo se sabía si iban para adelante o para atrás? ¡No te puedo creer! ¿Amarillos?"
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Me pregunto que pensará de mí, mi próximo nieto. Espero que sea nieta y que por lo tanto, no van a interesarle los autos.
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¿Y si le cuento a Alvaro que al Ford T de mi abuelo había que darle manija para que arrancara? Mejor no lo hago, porque irá con el cuento a mis antiguos colegas de su colegio y los muy traidores, harán astillas del árbol caído sin el menor respeto.
2 comentarios:
¿La segunda foto no es de un citroen tiburon?
Efectivamente Ma. Jesús. Une DS pour les fans de cette voiture incroyable.
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