Así me hubiera gustado que fueran el acetre y el hisopo para la bendición de Amancay. Era lo adecuado para la ocasión. Pero lo mejor es enemigo de lo bueno. Había que juntar la bendición de la casa nueva, con la visita del Párroco para que la conociera y el "instrumental" ad hoc.
La visita del Párroco, no era tan grave. Había sido nuestro Párroco en el Prado, somos amigos, y en definitiva yo le tomé la presión arterial y él nos bendijo la casa. Con eso, unos ravioles, un Amaretto para acompañar el café y asunto terminado. La invitación fue a la salida de Misa de 11:
-¿Con quién almuerza hoy?
- En la casa parroquial, solo.
- Pués dígale a la cocinera que ponga la comida en el freezer y se viene a casa.
-Hecho. A la 1 en tu casa nueva.
La ceremonia fue sencilla pero llena de contenido y mucha fé. Todos los que estábamos presentes en ese momento la seguimos con devoción, incluida nuestra asistenta.
Para que en casa sigamos viviendo siempre en un hogar luminoso y alegre.
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