lunes, 25 de julio de 2011

Rascafría

Tía y madrina.  Con razón pusiste esta foto en tu perfil fb!

El agua estaba muy fría.  Yo ya me había secado y vestido (je,je)
Con paso solemne por el claustro del Paular.

De vuelta de Mave a Madrid, nos encontramos con Teresa, Egu  y los nietos en Rascafría.  En plan pic-nic, pasamos una tarde estupenda. Eduardo se dio un chapuzón y dio fe, como se verá a continuación de que el agua estaba fría.

Después, siguiendo para Madrid, nos detuvimos en el monasterio del Paular.  Aprovechamos a cambiar a los bebes ( a Lorenzo sobre el espolón del auto). Y una constatación trascendente: las toallitas húmedas no solo les limpian el culete sino que además sirven para sacar un rayón inoportuno de la puerta del auto alquilado.

Ya en mvd, leyendo  "Soñad y os quedaréis cortos" de don Pedro Casciaro, me detuve en este párrafo: 


El sitio elegido fue Rascafría. Salimos el 27 de junio, sábado -a las 3.30, como precisaba José Ramón con exactitud en su diario- en un autobús de línea. Llegamos al lugar -eran otros tiempos y otras velocidades- cerca de las siete de la tarde. Nos dirigimos a un lugar situado junto al río Lozoya, que discurre cerca del Monasterio del Paular y allí acampamos. Antes, fuimos a ver al párroco del pueblo vecino, que se alegró al saber que un grupo de universitarios deseaba asistir diariamente a su misa, y acomodó de buen grado su horario para que pudiéramos llegar a tiempo por la mañana.


Se sucedieron las anécdotas divertidas de toda excursión: Paco recuerda cómo el día de mi santo intentamos hacer arroz con leche y acabamos inventando un postre nuevo: arroz con leche y cascarillas, ya que estas últimas se incorporaron motu propio al postre desde el cacharro. Hicimos mucho deporte y nos bañamos en la laguna cercana, de donde algunos, como Paco, tuvieron que salir corriendo por la llegada repentina del guarda con los perros..."A mí lo que no se me olvida -escribe Paco, con un tono entre divertido y patético- es que también nos metimos en las aguas de la laguna -¡era imposible prescindir de estos chapuzones si venían Juan y Vicentón!- que estaba muy fría, como hielo. Y tampoco se me olvida que, en efecto, al volver nos perdimos... y llegamos a estar un poco apurados, porque se nos hacía de noche. Pasamos entre unos toros que nos miraban demasiado, rezando el Rosario".


Se ve querido Peco, que el perderse en estas actividades viene de antiguo!

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